Por: Juan Paredes Castro
Increíble pero cierto: el mayor deseo de quienes buscan reemplazar a Alan García en el poder es que el país no funcione, o lo que es peor: que colapse.
Bajo esta premisa, el camino a las elecciones presidenciales del 2011 parecería ofrecerlo el tumulto y nada más.
Tampoco el gobierno parece disponer de la fuerza y capacidad para frenar el avance de este común denominador, que persigue convertir el país en inviable, justo cuando empezaba a rodearse de excepcionales condiciones de estabilidad y crecimiento económico en medio de la crisis financiera mundial.
Los gobiernos regionales, entre la promesa, el mito y la estafa de la descentralización, se han vuelto feudos burocráticos caudillistas, generadores de un descontento social que, irónicamente, acaba trasladado al Gobierno Central. Esto y mucho más hace que veamos nuestra gobernabilidad atrapada y sin salida.
En medio de esta disyuntiva a la boliviana, de parálisis o derrumbe social, todo lo ganado al construir algunas anclas de continuidad y estabilidad democráticas pasa a formar parte de un muro de contención apenas sostenible.
En la regla clásica de la política un aspirante a gobernar funda su victoria sobre la base del desgaste del anterior y de las ideas y alternativas propias que trae consigo.
En el Perú, a la luz de la sangrienta experiencia de Bagua, hoy reflejada crudamente en la encuesta nacional de El Comercio hecha por Ipsos Apoyo, estamos retrocediendo a comportamientos políticos que ya no postulan a cubrir y superar el desgaste y las carencias de visión del gobierno de turno, sino a erosionar el sistema institucional en su conjunto, con la complicidad de quienes, desde dentro del poder, carecen de ideas, habilidades y reflejos para revertir esta amenaza.
Los acuerdos mínimos, tan apreciados en toda concertación democrática, solo son aquellos arrancados más por la fuerza y el temor que por el diálogo y la consulta. ¿Es que solo tiene que haber temor, fuerza y hasta terror en las calles para que un acuerdo mínimo funcione? ¿Y qué hay de la ley? ¿Qué hay del Estado? ¿Sirve o no la Constitución?
Antes que el sistema democrático perezca en el tumulto, algo tienen que hacer gobierno y fuerzas políticas para construir puntos de encuentro y canales de diálogo y entendimiento orientados a la tarea de hacer viable el país.
Que luego de eso venga cada cual con su proyecto electoral, y vuele en imaginación y propuestas, con la seguridad de que no será una apuesta irracional.
Ya hemos tenido apuestas irracionales en terrorismo y en la dictadura. No le abramos paso a ninguna otra similar.
Publicado en el Diario "El Comercio" de Lima, Perú en la edición del 21 de junio de 2009